UN OSCURO E INCIERTO HORIZONTE |
La luz huyó
de mí y la obscuridad se infiltró en mi alma a partir del instante en el que
sufrí aquella aterradora experiencia. Mi vida ya no es la misma, dio un giro de
ciento ochenta grados, me arrojó hacia un lugar siniestro donde sólo el miedo y
la desesperación imperan y me obligó a permanecer en casa hasta transformarme
en lo que soy: una temerosa ermitaña a la que únicamente le interesa ser ignorada
por aquel ser que exige su presencia. Sé que no tiene sentido, que parece una
locura, pero no importa, me ciño a mi instinto de supervivencia y cargo, sin poderlo
evitar, este enorme bloque de inseguridad y dolor que me provoca el saber que
pronto escucharé su demandante voz.
A diario me pregunto, qué me sucede, ¿acaso estoy
perdiendo la cordura?, es más, hasta he llegado a pensar que posiblemente esa
voz, sin querer, la he creado en el abismal lado oscuro de mi mente, pero, no,
no es así, es tan real como el aire que respiro y me resulta difícil y aterrador
tener que aceptar que le pertenece a algún malvado y perverso ser que se
infiltró en mi mente para bloquear mi tranquilidad y destruir mi vida.
Trato y me esfuerzo por ignorarla, pero es
imposible: aquello irrumpe cada vez más y más demandante.